Una de las preguntas más recurrentes que tenemos los humanos es cuánto tiempo vamos a vivir. Con esto surge la pregunta de cuánto de nuestra esperanza de vida está determinada por nuestro entorno y nuestras decisiones, y cuánto está predeterminada por nuestros genes.
Un estudio publicado recientemente en la prestigiosa revista Nature Medicine ha intentado por primera vez cuantificar las contribuciones relativas de nuestro entorno y estilo de vida frente a nuestra genética en cómo envejecemos y cuánto vivimos. Los hallazgos fueron sorprendentes y sugieren que nuestro entorno y estilo de vida juegan un papel mucho más importante que nuestros genes a la hora de determinar nuestra longevidad.
Lo que hicieron los investigadores
Este estudio utilizó datos del Biobanco del Reino Unido, una gran base de datos del Reino Unido que contiene información exhaustiva sobre la salud y el estilo de vida de aproximadamente 500.000 personas. Los datos disponibles incluyen información genética, historiales médicos, imágenes e información sobre el estilo de vida. Una parte separada del estudio utilizó datos de un subconjunto de más de 45.000 participantes cuyas muestras de sangre se sometieron a algo llamado “perfil proteómico“.

El perfil proteómico es una técnica relativamente nueva que analiza cómo cambian las proteínas del cuerpo con el tiempo para identificar la edad de una persona a nivel molecular. Mediante este método, los investigadores pudieron estimar la velocidad real del envejecimiento corporal de un individuo. Esto se denomina edad biológica, a diferencia de la edad cronológica (o años vividos).
Los investigadores evaluaron 164 exposiciones ambientales, así como los marcadores genéticos de enfermedades de los participantes. Las exposiciones ambientales incluyeron estilos de vida (por ejemplo, tabaquismo, actividad física), factores sociales (por ejemplo, condiciones de vida, ingresos familiares, situación laboral) y factores de la primera infancia, como el peso corporal.
Luego buscaron asociaciones entre la genética y el medio ambiente y 22 enfermedades importantes relacionadas con la edad (como la enfermedad de la arteria coronaria y la diabetes tipo 2), la mortalidad y el envejecimiento biológico (según lo determinado por el perfil proteómico). Estos análisis permitieron a los investigadores estimar las contribuciones relativas de los factores ambientales y la genética al envejecimiento y la muerte prematura.
¿Qué encontraron?
En cuanto a la mortalidad relacionada con enfermedades, como cabría esperar, la edad y el sexo explicaron una parte significativa (aproximadamente la mitad) de la variación en la longevidad. Sin embargo, el hallazgo clave fue que los factores ambientales, en conjunto, explicaron alrededor del 17% de la variación en la esperanza de vida, mientras que los factores genéticos contribuyeron con menos del 2%.
Este hallazgo se inclina claramente hacia la crianza en el debate “naturaleza versus crianza”. Sugiere que los factores ambientales influyen en la salud y la longevidad mucho más que la genética.

Como era de esperar, el estudio mostró una combinación diferente de influencias ambientales y genéticas para distintas enfermedades. Los factores ambientales tuvieron el mayor impacto en las enfermedades pulmonares, cardíacas y hepáticas, mientras que la genética desempeñó el papel más importante en la determinación del riesgo de padecer cáncer de mama, ovario y próstata, así como demencia. Los factores ambientales que más influyeron en la muerte precoz y el envejecimiento biológico fueron el tabaquismo, el nivel socioeconómico, los niveles de actividad física y las condiciones de vida.
Curiosamente, se descubrió que ser más alto a los diez años se asociaba con una esperanza de vida más corta. Aunque esto pueda parecer sorprendente, y las razones no estén del todo claras, esto concuerda con investigaciones previas que indican que las personas más altas tienen mayor probabilidad de morir prematuramente. También se descubrió que tener más peso a los diez años y el tabaquismo materno (si tu madre fumó al final del embarazo o cuando eras recién nacido) acortaban la esperanza de vida.
Probablemente el hallazgo más sorprendente de este estudio fue la falta de asociación entre la dieta y los marcadores del envejecimiento biológico, según lo determinado por el perfil proteómico. Esto contradice la amplia evidencia que demuestra el papel crucial de los patrones dietéticos en el riesgo de enfermedades crónicas y la longevidad.

Pero existen varias explicaciones plausibles para esto. La primera podría ser la falta de potencia estadística en la parte del estudio que analiza el envejecimiento biológico. Es decir, el número de personas estudiadas podría haber sido demasiado pequeño para que los investigadores pudieran apreciar el verdadero impacto de la dieta en el envejecimiento.
En segundo lugar, es probable que los datos dietéticos de este estudio, autoinformados y medidos solo en un momento dado, hayan sido de calidad relativamente baja, lo que limitó la capacidad de los investigadores para detectar asociaciones. Y en tercer lugar, dado que la relación entre la dieta y la longevidad probablemente sea compleja, puede resultar difícil desentrañar los efectos dietéticos de otros factores del estilo de vida. Así que, a pesar de este hallazgo, todavía es seguro decir que los alimentos que comemos son uno de los pilares más importantes de la salud y la longevidad.
¿Qué otras limitaciones debemos considerar?
Las exposiciones clave (como la dieta) en este estudio solo se midieron en un único punto en el tiempo y no se rastrearon a lo largo del tiempo, lo que introdujo posibles errores en los resultados. Además, dado que se trató de un estudio observacional, no podemos asumir que las asociaciones encontradas representen relaciones causales. Por ejemplo, el hecho de que vivir en pareja se correlacionara con una mayor esperanza de vida no significa que esto provocara una mayor longevidad. Puede haber otros factores que expliquen esta asociación.
Finalmente, es posible que este estudio haya subestimado el papel de la genética en la longevidad. Es importante reconocer que la genética y el entorno no operan de forma aislada. Más bien, los resultados de salud se ven influenciados por su interacción, y es posible que este estudio no haya captado plenamente la complejidad de estas interacciones.
El futuro está (en gran medida) en tus manos
Cabe destacar que en este estudio se asociaron diversos factores, como los ingresos familiares, la propiedad de la vivienda y la situación laboral, con las enfermedades del envejecimiento, que no necesariamente están bajo el control de la persona. Esto resalta la importancia crucial de abordar los determinantes sociales de la salud para garantizar que todas las personas tengan las mejores posibilidades de vivir una vida larga y saludable.
Al mismo tiempo, los resultados ofrecen un mensaje alentador: la longevidad depende en gran medida de nuestras decisiones. Es una gran noticia, a menos que tengas buenos genes y esperes que estos hagan el trabajo pesado.
En última instancia, los resultados de este estudio refuerzan la idea de que, si bien podemos heredar ciertos riesgos genéticos, la forma en que comemos, nos movemos y nos relacionamos con el mundo parece ser más importante para determinar nuestra salud y nuestra longevidad.
Fuente: The Conversation.