Estos delfines usan esponjas en sus caras para cazar. Y es más complejo de lo que parece

Biología

Un delfín pasó nadando, con la nariz extrañamente agrandada. Al observarlo más de cerca, el bulbo era una esponja marina, encajada firmemente en su pico como un guante suave y carnoso. No estaba jugando. Estaba cazando.

Frente a la costa de Shark Bay, Australia Occidental, un grupo selecto de delfines nariz de botella salvajes ha desarrollado uno de los trucos más curiosos del reino animal: buscan alimento con esponjas. Y no cualquier esponja: estos delfines eligen esponjas específicas, con forma de cuenco, del fondo del océano, las colocan sobre sus picos y luego hunden la cara en el sedimento en busca de peces escondidos.

Ahora, un nuevo estudio publicado en Royal Society Open Science ha revelado por qué tan pocos delfines aprenden este peculiar comportamiento y por qué los que lo logran deben pasar años para dominarlo.

“Tiene un efecto amortiguador similar al de una mascarilla”, declaró a Associated Press Ellen Jacobs, bióloga marina de la Universidad de Aarhus y coautora principal del estudio. “Todo se ve un poco raro, pero aún se puede aprender a compensar”.

Una cultura de delfines bajo las olas

La práctica de esponjar, como la llaman los científicos, no es nueva. Los investigadores observaron por primera vez a delfines usando esponjas marinas en Shark Bay en 1984. Durante décadas, biólogos como Jacobs y Janet Mann, de la Universidad de Georgetown, han rastreado esta tradición, revelando un patrón sorprendente: sólo alrededor del 5% de la población local de delfines la practica. Quienes la practican son principalmente hembras, y el comportamiento se transmite de madre a cría, uno de los ejemplos más claros de cultura no humana en la naturaleza.

Pero la nueva investigación muestra finalmente por qué esta tradición sigue siendo tan exclusiva. Mediante grabaciones subacuáticas y sofisticados modelos informáticos, Jacobs y su equipo demostraron que llevar una esponja interfiere con la ecolocalización de los delfines: los mismos chasquidos de alta frecuencia que utilizan para “ver” a través del sonido. Los delfines emiten estos chasquidos desde tejidos especializados en la cabeza y luego reciben los ecos a través de la mandíbula inferior.

Crédito: Ewa Krzyszczyk, Biblioteca Pública de Ciencias.

Con una esponja en el pico, esos ecos se distorsionan. La esponja altera tanto la señal de salida como el eco de retorno, lo que dificulta que el delfín identifique la ubicación exacta de la presa. Aún así, los delfines que usan esponjas logran que funcione.

“Esto es como cazar con los ojos vendados: hay que ser muy bueno y estar muy bien entrenado para lograrlo”, dijo Mauricio Cantor, biólogo marino de la Universidad Estatal de Oregón que no participó en el estudio.

El costo de la innovación y sus beneficios

Entonces, ¿por qué se molestan? Porque para quienes lo dominan, la recompensa vale la pena.

Los delfines suelen perseguir peces en mar abierto utilizando la ecolocalización para localizar sus vejigas natatorias (sacos llenos de aire que les permiten flotar), las cuales producen ecos potentes. Sin embargo, los peces que se esconden bajo la arena en los canales profundos de Shark Bay, como la perca barrada, carecen de vejigas natatorias. Esto los hace casi invisibles al sonar. Además, son grasosos y ricos en energía: un alimento nutritivo, si logras desenterrarlos.

Sin una esponja, buscar estos peces sería arriesgado. El fondo marino está repleto de conchas afiladas, rocas y animales urticantes como el pez escorpión y el pez piedra. La esponja actúa como una suave armadura, protegiendo el sensible hocico del delfín mientras barre la arena.

Pero aprender a cazar con una esponja no es nada sencillo. Los delfines jóvenes tardan años en dominarlo. Tienen que aprender no solo a encontrar el tipo de esponja adecuado —normalmente una especie cónica llamada Echinodictyum mesenterinum—, sino también a procesar ecos distorsionados. No se trata solo de usar herramientas. Se trata de recalibrar todo un sistema sensorial.

“Les lleva muchos años aprender esta habilidad especial de caza; no todos la mantienen”, dijo a AP Boris Worm, un ecólogo marino de la Universidad de Dalhousie que no participó en el estudio.

Este desafío podría explicar por qué la pesca con esponjas se limita a unas pocas líneas familiares. En Shark Bay, sólo las hijas (y algunos hijos) de madres que pescan con esponjas adoptan la práctica. Incluso los delfines que se relacionan frecuentemente con los pescadores de esponjas rara vez la prueban.

Un intercambio submarino

Para probar esta idea, los investigadores utilizaron una técnica llamada modelado de elementos finitos, que básicamente simula el sonar de los delfines a través de una esponja digital. Analizaron cómo se desplazaban las ondas sonoras a través de dos tipos de esponjas: la preferida, Echinodictyum, con forma cónica, y una esponja con forma de cesta menos utilizada, llamada Ircinia. Las diferencias fueron sorprendentes.

La esponja cónica ayudó a enfocar el haz del sonar del delfín, actuando casi como un embudo acústico. La esponja con forma de cesta, en cambio, dispersó la señal y debilitó drásticamente los ecos de retorno.

El estudio también demostró que los percebes que crecían dentro del tejido de la esponja no modificaron significativamente la distorsión del sonido. Sin embargo, la forma y la estructura general de la esponja tuvieron un impacto importante.

Esto podría explicar por qué los delfines prefieren ciertas especies de esponjas. En 35 años de datos de Shark Bay, aproximadamente el 70% de las esponjas utilizadas son Echinodictyum, en comparación con sólo el 20% Ircinia. Esta elección podría ser estratégica. Una esponja cónica puede reducir la distorsión del sonar y proporcionar al delfín una lectura más clara de las presas enterradas.

Una herencia materna

Pero incluso con la mejor esponja, cazar de esta manera no es para aficionados. Las crías de delfín pasan de tres a cuatro años con sus madres, observando cada uno de sus movimientos. Este largo período de dependencia, poco común en el reino animal, les da tiempo para asimilar la compleja habilidad.

“[El uso de esponjas] sólo se transmite de madre a hija”, dijo Mann, coautor del estudio y experto desde hace mucho tiempo en el comportamiento de los delfines.

A pesar de este estrecho vínculo maternal, no todas las crías adoptan la técnica. Las hijas tienen más probabilidades de usar la esponja que los hijos. Y los delfines machos que la prueban tienden a abandonarla. Los investigadores creen que esto se debe a que los machos priorizan el vínculo social sobre la precisión en la búsqueda de alimento, una estrategia que les ayuda a encontrar pareja posteriormente. Por el contrario, las hembras, que deben alimentar y criar a sus crías durante varios años, se benefician más del desarrollo de habilidades de caza especializadas y eficientes.

El uso de herramientas suele tener un precio: requiere mucho tiempo, es difícil de aprender y solo vale la pena si ofrece una recompensa fiable. Al igual que los pinzones de las Galápagos, que usan las espinas de los cactus para extraer insectos solo cuando escasea el alimento, los delfines recurren a la esponja para acceder a presas que, de otro modo, permanecerían ocultas.

Sin embargo, el uso de herramientas entre los delfines sigue siendo bastante inusual. Incluso entre animales conocidos por su inteligencia (chimpancés, cuervos, nutrias), las herramientas suelen ser un comportamiento de nicho. Pero el caso de los delfines esponjantes de Shark Bay muestra cómo una pequeña innovación cultural puede persistir durante décadas, transmitiéndose de generación en generación. Y ahora, gracias a modelos avanzados y años de trabajo de campo, los científicos están empezando a entender por qué.

Fuente: ZME Science.

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