Para la mayoría de nosotros, las ciudades se han convertido en el hábitat natural. Pero según los investigadores Daniel Longman y Colin Shaw, nuestros cuerpos siguen funcionando como si viviéramos en la naturaleza.
“Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, nuestra biología fue moldeada por los entornos naturales, pero la industrialización ha transformado rápidamente el mundo que nos rodea, más rápido de lo que nuestros cuerpos pueden adaptarse”, dijo Longman, fisiólogo evolutivo humano de la Universidad de Loughborough, en una entrevista con Newsweek.
Su nuevo artículo, publicado en Biological Reviews, propone lo que llaman la Hipótesis del Desajuste Ambiental: la idea de que el Homo sapiens evolucionó para prosperar entre bosques, sabanas abiertas y estrés intermitente, se ha visto empujado a ecosistemas concretos que mantienen nuestros sistemas de estrés activados y nuestra salud tambaleándose.
Leones en todas partes
“En nuestros entornos ancestrales, estábamos bien adaptados para lidiar con el estrés agudo y evadir o enfrentarnos a los depredadores”, explicó Colin Shaw, de la Universidad de Zúrich. “El león se acercaba de vez en cuando, y había que estar preparado para defenderse o huir. La clave es que el león se aleja de nuevo”.
Hoy en día, los “leones” nunca se van.
Viajar en medio de un atasco, gestionar bandejas de entrada abarrotadas, navegar por las redes sociales con la mirada agobiante y soportar la luz artificial activan la misma alarma biológica ancestral. “Nuestro cuerpo reacciona como si todos estos factores estresantes fueran leones”, afirmó Longman.
Esta activación constante de la respuesta al estrés, argumentan los autores, provoca efectos en cascada: mayor ansiedad, alteración del sueño, aumento de la presión arterial, deterioro del sistema inmunitario y disminución de la fertilidad. “El ruido de fondo crónico, las multitudes, el tráfico, la sobreestimulación digital y el acceso limitado a espacios naturales mantienen activo el sistema de respuesta al estrés”, afirmó Longman. “Estos factores estresantes diarios se acumulan y tienen consecuencias biológicas reales”.
Esto te afecta más de lo que crees. Caminar por una calle concurrida de la ciudad durante menos de una hora reduce el rendimiento en tareas de memoria y atención en comparación con caminar por un bosque. Las partículas finas de la contaminación atmosférica atraviesan la barrera hematoencefálica, lo que provoca inflamación y deterioro cognitivo.
“Ya sea estrés laboral o ruido de tráfico, tu sistema de respuesta al estrés sigue siendo el mismo que si te enfrentaras a un león tras otro”, dijo Longman. “Como resultado, tienes una respuesta muy potente de tu sistema nervioso, pero no hay recuperación”.
Desde la fertilidad hasta la inmunidad, todo se ve afectado
Esta activación constante de la respuesta de lucha o huida no solo arruina el estado de ánimo, sino que también genera una cascada de fallos biológicos, como mayor ansiedad, hipertensión y alteraciones del sueño. Incluso nuestra capacidad reproductiva se está viendo afectada. Las tasas de natalidad están disminuyendo a nivel mundial, y si bien los factores económicos influyen, la biología lucha por mantenerse al día.
“Un ejemplo bien documentado es la disminución global del recuento y la motilidad de los espermatozoides observada desde la década de 1950”, afirmó Shaw. “Se cree que esto está relacionado con los pesticidas y herbicidas presentes en los alimentos, pero también con los microplásticos”. Y eso sin considerar los factores de estrés económico.
Nuestros sistemas inmunitarios también están confundidos. La llamada Hipótesis de los Viejos Amigos sugiere que, durante milenios, los humanos coexistimos con microbios y parásitos del suelo que ayudaban a regular nuestras defensas inmunitarias. Los entornos modernos, hiperdesinfectados, nos privan de estas exposiciones de “entrenamiento”. Sin ellas, nuestros sistemas inmunitarios son más propensos a fallar, lo que alimenta el aumento actual de alergias y enfermedades autoinmunes. “Una función inmunitaria inadecuada puede reducir directamente la aptitud física al comprometer la supervivencia”, escriben los autores.
La evolución a escala temporal humana
Durante cientos de miles de años, los humanos nos adaptamos biológicamente a nuestro entorno. Podemos seguir haciéndolo. Pero el problema hoy es la velocidad.
“La adaptación biológica es muy lenta. Las adaptaciones genéticas a largo plazo son multigeneracionales: de decenas a cientos de miles de años”, afirmó Shaw.
La industrialización, en cambio, ha transformado el hábitat humano en tan solo siglos (o, en algunos casos, décadas). Somos, en esencia, biología de la Edad de Piedra intentando sobrevivir en un mundo de la Era Espacial. Confiar en la selección natural para solucionar este desastre sería catastrófico.
“Se podría argumentar que lo que vemos hoy es una forma de selección natural”, declaró Shaw a New Atlas. “Pero dejar que el estrés crónico mate a personas durante cientos de generaciones hasta que desarrollemos resistencia claramente no es una solución”.
Podemos diseñar una cura

La especie no está condenada, pero sí necesitamos cambiar nuestra estrategia. Si nuestros cuerpos no pueden adaptarse con la suficiente rapidez, nuestras ciudades deben cambiar.
“La vida urbana es nuestro futuro”, afirmó Longman. “El reto es diseñar ciudades que funcionen con la biología humana, no en contra de ella”.
Eso significa repensar los espacios verdes no como un lujo, sino como una medicina. “Un enfoque consiste en repensar fundamentalmente nuestra relación con la naturaleza: considerarla un factor clave para la salud y proteger o regenerar espacios que se asemejen a los de nuestro pasado de cazadores-recolectores”, afirmó Shaw. “Nuestra investigación puede identificar qué estímulos afectan más la presión arterial, la frecuencia cardíaca o la función inmunitaria, y transmitir ese conocimiento a quienes toman las decisiones”.
Las Naciones Unidas proyectan que casi el 70% de la población mundial vivirá en una ciudad para 2050. No vamos a volver a la sabana, así que la sabana debe venir a nosotros. Shaw insiste en que “re-salvajizar” nuestras junglas de cemento no es solo una cuestión estética; es una necesidad de salud pública. Al romper la monotonía gris con corredores verdes, jardines en azoteas y muros vivos, podemos inducir a nuestro sistema nervioso a relajarse.
Es un esfuerzo enorme, pero Shaw afirma que vale la pena. “Quienes tienen los recursos, ya sean financieros o intelectuales, tienen la responsabilidad de invertirlos en la solución de estos problemas”, afirmó. “Para mí, hacer lo correcto es un imperativo moral”.
Fuente: ZME Science.
