Más de 8 millones de personas sufren de trastorno de estrés postraumático (TEPT) solo en los Estados Unidos, que a menudo se acompaña de depresión, angustia, adicción y mala integración social. Entre los casos más difíciles, el trastorno de estrés postraumático a menudo conduce al suicidio. Las terapias existentes tienen una tasa de respuesta pobre, por lo que algunos investigadores están buscando procedimientos experimentales destinados a alterar o incluso borrar recuerdos traumáticos para curar el trastorno.
Los primeros ensayos en esta dirección se remontan a 2004, cuando los científicos administraron a los ratones un fármaco llamado propranolol que, en determinadas condiciones, hacía que los animales “olvidaran” los recuerdos desagradables que estaban causando traumas. Pero el trabajo posterior no pudo replicar estos resultados prometedores. Ahora, los investigadores de la Universidad de Cambridge creen saber por qué. Los investigadores británicos identificaron una proteína específica, a la que se refieren como una proteína de “vástago”, cuya presencia determina si los recuerdos traumáticos se pueden alterar o no con facilidad.
“En la antigua leyenda griega, hablaban de una droga, Nepenthe, que les hacía olvidar recuerdos dolorosos”, dijo la autora principal, la Dra. Amy Pelton, en un comunicado. “Esperamos que este sea un paso en el camino hacia el tratamiento”.
Hay dos tipos de recuerdos a largo plazo. Existe una memoria basada en hechos que puede recuperar información útil como nombres, lugares, eventos, cuál es la primera ley de movimiento de Newton, etc. El otro tipo distintivo de memoria se refiere a las habilidades y las emociones. Los recuerdos emocionales vívidos pueden desencadenar los mismos tipos de estados emocionales, para bien o para mal, que los experimentados durante el tiempo que estuvieron grabados en nuestra corteza cerebral. En el caso de los recuerdos que causan el trastorno de estrés postraumático, estos se pueden reproducir hasta la saciedad y en los momentos más impredecibles, haciendo la vida insoportable.
En 2004, investigadores del Centro de Ciencias Neurales de la Universidad de Nueva York demostraron que los ratones tratados con el betabloqueante propranolol pudieron superar un trauma aprendido. Esta droga se dirige a los recuerdos emocionales permitiendo su alteración.
Pero Pelton y sus colegas encontraron que la alteración de la memoria es, comprensiblemente, mucho más compleja de lo que parece. Su investigación muestra que una proteína en particular puede usarse como un marcador cerebral que indica si los recuerdos emocionales son modificables o no.
Para sus propios experimentos, los investigadores entrenaron a ratas para que asociaran un clicker (del tipo que se usa en el entrenamiento de perros) con una leve descarga eléctrica, un tipo de condicionamiento del miedo. Al final, cada vez que la rata escuchaba el clicker, se estremecía esperando un dolor leve, al igual que los perros de Pavlov babeaban cuando escuchaban el sonido de la campana que asociaban con una golosina hace más de cien años.
Inmediatamente después de que el clicker reactivó la mala memoria, las ratas fueron inyectadas con propranolol. Sin embargo, las ratas continuaron reaccionando con miedo al sonido del clic. Si el estudio terminara aquí, los investigadores podrían haber concluido, como otros antes que ellos, que el estudio original de 2004 no era replicable.
Sin embargo, el científico investigó más profundamente y descubrió que la proteína del “vástago” actúa como un andamio para los receptores en el cerebro que controlan las conexiones entre las neuronas. Esta proteína debe degradarse para que un recuerdo particular se vuelva maleable. Si la proteína está intacta, “los recuerdos no eran degradables, lo que explica por qué el propranolol no siempre produce amnesia”, escribieron los autores en su estudio que se presentó en la 34ª conferencia anual de ECNP en Lisboa.
Si bien no pudieron borrar los recuerdos traumáticos en las ratas, los hallazgos nos acercan un paso más al logro de este noble objetivo. Aún quedan muchos otros desafíos, incluida la naturaleza compleja del cerebro humano. Transferir las mismas alteraciones de respuesta al miedo en roedores a humanos puede resultar inviable.
“No vemos que esto lleve al tipo de situación que se muestra en las películas, como, por ejemplo, Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, donde los protagonistas pueden elegir qué recuerdos borrar”, dijo Pelton. “Pero esperamos que con el tiempo seamos capaces de identificar los factores que hacen que los recuerdos sean modificables en los animales y traducirlos a los pacientes humanos”.
En otros lugares, otros grupos de investigación están explorando otras vías de alteración de la memoria emocional. Los neurocientíficos del MIT han propuesto borrar viejos recuerdos traumáticos con otros nuevos mediante el empleo de medicamentos que activan ciertos genes.
Fuente: ZME Science.