Según un nuevo estudio, las placentas en miniatura cultivadas en el laboratorio pueden estar ayudando a revelar pasos cruciales en cómo el órgano temporal invade con éxito el útero. Esta investigación podría ayudar a mejorar la comprensión de los científicos sobre los trastornos del embarazo, como la preeclampsia.
Los científicos detrás de la nueva investigación demostraron previamente que sus “mini placentas” podían engañar a una prueba de embarazo al secretar una hormona producida por placentas de tamaño completo. Desarrollaron los diminutos órganos para estudiar el desarrollo placentario, una parte crucial del embarazo temprano que puede provocar complicaciones graves si se descarrila.
Estudiar el desarrollo placentario temprano en las personas es difícil: las personas generalmente no saben que están embarazadas en esa etapa y las tecnologías actuales dificultan la recopilación de datos sin interrumpir potencialmente el embarazo. El estudio de las placentas de los animales no es fructífero porque se forman de manera diferente a las de los humanos.
Ahora, en su nuevo estudio, publicado el 17 de enero en la revista Cell Stem Cell, los investigadores identificaron un grupo de proteínas que parecen clave para el desarrollo placentario. También descubrieron que las células de la placenta expuestas a estas proteínas activan genes que se cree que ayudan a favorecer el flujo sanguíneo y la implantación de la placenta. Los resultados sugieren que las proteínas resaltadas podrían ser cruciales para un embarazo saludable y que su disfunción podría contribuir a trastornos del embarazo, como la preeclampsia.
El estudio es “un primer ejemplo real de cómo se puede hacer un experimento en una placenta humana, algo que… la gente nunca había podido hacer antes”, dijo Ashley Moffett, profesora de inmunología reproductiva de la Universidad de Cambridge en el Reino Unido y autor principal del estudio.
Las miniplacentas cultivadas por Moffett y sus colegas imitan específicamente a los trofoblastos, células del óvulo fertilizado en crecimiento que dan lugar a una gran parte de la placenta. El equipo produjo los “organoides trofoblásticos” tomando células de placentas humanas y cultivándolas en un entorno químico similar al que estarían expuestas durante el embarazo. El resultado es una estructura tridimensional que contiene una variedad de células que se encuentran en la placenta.
Para este estudio, los investigadores expusieron los organoides a un cóctel de cuatro proteínas producidas por “células asesinas naturales uterinas”, un tipo de célula inmune exclusiva del útero que se agrupa donde se implanta la placenta. Trabajos anteriores del laboratorio sugirieron que las proteínas podrían influir en el desarrollo del trofoblasto. Las personas que los producen en mayor cantidad tienen menos probabilidades de desarrollar preeclampsia, que se caracteriza por presión arterial alta, niveles elevados de proteínas en la orina y, a veces, daño a los órganos en una persona embarazada.
En respuesta a estas proteínas, los organoides activaron genes relacionados con la regulación del flujo sanguíneo a la placenta, absorbiendo nutrientes y amortiguando la inflamación. Moffett dijo que muchos de estos genes también estaban asociados con la preeclampsia, ya que los autores encontraron que su expresión es menor en muestras de personas que desarrollaron la afección, en comparación con aquellas que no la desarrollaron.
“Creo que esto apunta a las vías en las que la gente ahora realmente necesita centrarse, que son importantes en el desarrollo de estas enfermedades”, dijo Moffett.
El nuevo estudio tiene varias limitaciones, incluido el hecho de que examinó las cuatro proteínas a la vez, en lugar de por separado, dijo Myriam Hemberger, profesora del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Calgary en Canadá, que no participó en el estudio. Investigaciones futuras podrían examinarlos individualmente para ver si tienen efectos diferentes, dijo a Live Science. En el trabajo actual, también es difícil saber si los investigadores utilizaron las mismas concentraciones de proteínas a las que estarían expuestas las células individuales dentro de los trofoblastos al principio del embarazo, añadió Hemberger.
Los estudios de seguimiento podrían ayudar a confirmar el vínculo entre estas proteínas y la preeclampsia, ya que los investigadores examinaron relativamente pocos genes que creen que puedan estar asociados. También podrían examinar si diferentes proteínas como las estudiadas podrían estar relacionadas con subtipos específicos de preeclampsia; por ejemplo, ¿podrían encontrar proteínas comunes en las muestras de células de pacientes que tienen el mismo subtipo?
La investigación destaca “cómo podemos usar ahora estos datos, así como los modelos organoides, para obtener conocimientos manejables sobre… la preeclampsia”, planteó Hemberger.
Fuente: Live Science.