Por: Aimee Drane
Los mamíferos, desde la poderosa ballena azul hasta la diminuta musaraña, habitan casi todos los rincones de nuestro planeta. Su notable adaptabilidad a diferentes entornos ha fascinado a los científicos durante mucho tiempo, y cada especie ha desarrollado rasgos únicos para sobrevivir y prosperar.
A pesar de una diversidad biológica tan vasta, hasta hace poco se creía que la estructura y la función del corazón de los mamíferos eran las mismas. Pero la investigación que mis colegas y yo llevamos a cabo revela que el corazón humano es un caso atípico, claramente diferente de los de nuestros parientes más cercanos, los grandes simios, incluidos los chimpancés, los bonobos, los orangutanes y los gorilas.
Entonces, ¿por qué los humanos somos los únicos en el grupo?
Los humanos divergimos de los chimpancés (Pan troglodytes), nuestro último ancestro común, hace entre cinco y seis millones de años. En cambio, las personas evolucionamos para permanecer erguidas y participar en una mayor cantidad de actividades, como la caza persistente, y hemos desarrollado cerebros considerablemente más grandes.
Estos cambios en el cuerpo humano se asociaron con una demanda metabólica mucho mayor, lo que requería que se bombeara más sangre a los músculos y al cerebro. Nuestra investigación sugiere que el corazón humano se ha adaptado para soportar nuestra postura erguida, el movimiento y un cerebro más grande.
Durante los últimos diez años, hemos estado realizando evaluaciones del sistema cardiovascular de los grandes simios en todo el mundo. Hemos tenido la suerte de trabajar con veterinarios y personal de atención dedicados en el Reino Unido, Europa, África y Asia. Un aspecto importante de estas evaluaciones ha sido el uso de la ecografía cardíaca a través de la cual podemos evaluar la estructura y la función del corazón, su tamaño y cómo se contrae, gira y rota el músculo.
Nuestra investigación anterior ha sugerido que la estructura del corazón humano puede ser diferente a la del chimpancé. Mediante la ecografía cardíaca, descubrimos que el ventrículo izquierdo (la principal cámara de bombeo del corazón) en los chimpancés contiene haces de músculos dispuestos en una malla conocida como “trabeculaciones”.
Para nuestro estudio actual, queríamos examinar si existen trabeculaciones en los otros grandes simios, y descubrimos que sí existen. En cambio, los humanos tienen una pared lisa del ventrículo izquierdo. Esta diferencia es especialmente pronunciada en la parte inferior del ventrículo izquierdo, donde la suavidad del corazón humano es casi cuatro veces mayor que la de nuestros parientes los grandes simios.
Nuestra investigación no sólo reveló diferencias estructurales en el ventrículo izquierdo humano en comparación con el de los grandes simios; también descubrimos una diferencia importante en la función. Mediante el uso de una técnica especializada llamada “ecocardiografía de seguimiento de motas”, que rastrea el movimiento del músculo cardíaco durante la contracción y la relajación, examinamos cómo el músculo se engrosa, se tuerce, rota y se alarga.
Los resultados fueron sorprendentes. Los humanos, que tienen menos trabeculación, mostraron una torsión y rotación mucho mayores en el ápice (la punta del corazón) durante la contracción. En cambio, los grandes simios no humanos, con sus corazones muy trabeculados, mostraron mucho menos movimiento.
Creemos que el corazón humano evolucionó alejándose de la estructura trabeculada vista en los otros grandes simios para mejorar su capacidad de torcerse y contraerse de manera más eficiente. Este mayor movimiento de torsión, junto con las paredes ventriculares lisas, probablemente permite que el corazón humano bombee un mayor volumen de sangre con cada latido.
Esto satisface las mayores demandas de nuestra actividad física y de nuestros cerebros más grandes. Nuestra investigación desafía la suposición de que la estructura del corazón es uniforme en todos los mamíferos. En cambio, han surgido diferencias sutiles pero cruciales en la anatomía y la función del corazón en respuesta a desafíos ambientales únicos.
Enfermedad cardíaca
Si bien nuestra investigación actual ha arrojado luz sobre la evolución del corazón humano, nuestro trabajo de análisis de los corazones de los grandes simios en peligro de extinción continúa. Lamentablemente, la enfermedad cardíaca es la principal causa de muerte en los grandes simios cautivos.
A diferencia de los humanos, los grandes simios no parecen desarrollar enfermedad de la arteria coronaria. Más bien, su músculo cardíaco sufre un proceso fibrótico o de engrosamiento que provoca una mala contracción y una susceptibilidad a la arritmia, que es un problema con el ritmo del latido del corazón. La causa de esta enfermedad es desconocida. Por eso, en el Proyecto Internacional del Corazón de Primates hemos estado realizando evaluaciones de la fisiología cardiovascular de los grandes simios en todo el mundo para comprender mejor la enfermedad.
Antes de nuestra participación, se sabía poco sobre la fisiología cardiovascular normal de los grandes simios. A través de la colaboración con veterinarios, nuestra investigación ha generado datos vitales, mejorando significativamente nuestra comprensión de la evolución del corazón humano, así como la comprensión, el diagnóstico y el tratamiento de la enfermedad cardíaca en los grandes simios.
Este artículo es una traducción de otro publicado en The Conversation. Puedes leer el texto original haciendo clic aquí.