Cuando escuchamos la palabra “bótox”, nuestra mente a menudo evoca imágenes de rostros sin arrugas y mejoras cosméticas. Sin embargo, la mayoría de las personas, incluidas las que lo usan para la cirugía plástica, no saben lo que realmente hace este medicamento.
Botox es la abreviatura de neurotoxina botulínica tipo A. En realidad, se deriva de una sustancia biológica mortal producida por una bacteria llamada Clostridium botulinum. Esta bacteria produce un grupo de toxinas conocidas como neurotoxinas clostridiales, que se encuentran entre las toxinas proteicas más potentes conocidas por la humanidad.
Investigadores de la Universidad de Queensland, dirigidos por el profesor Frederic Meunier y la Dra. Merja Joensuu, han realizado un descubrimiento innovador sobre cómo el bótox se infiltra en las células cerebrales. En el proceso, han arrojado luz sobre posibles nuevas terapias para el botulismo, una infección bacteriana rara pero potencialmente mortal.
Con el fin de descubrir el mecanismo molecular crucial que utiliza el Botox para infiltrarse en las neuronas, los investigadores utilizaron microscopía de superresolución de última generación. Durante esta investigación, encontraron un receptor clave llamado sinaptotagmina que, junto con otros dos receptores de neurotoxinas clostridiales previamente conocidos, forma un complejo minúsculo situado en la membrana plasmática de las neuronas.
Dentro de este complejo, la toxina botulínica aprovecha la oportunidad de infiltrarse en las vesículas sinápticas. Estas vesículas sirven como almacenes de neurotransmisores, que facilitan la comunicación entre las neuronas. Al acceder a estas vesículas sinápticas, el Botox sabotea maliciosamente la comunicación entre los nervios y las células musculares, lo que lleva a la parálisis.
Armados con una comprensión integral de cómo este intrincado complejo permite la internalización de toxinas, los investigadores ahora pueden explorar intervenciones que interrumpen las interacciones entre dos de los tres receptores involucrados. Al bloquear estas interacciones, se puede evitar que la insidiosa toxina se infiltre en las neuronas, lo que podría salvar vidas en casos de botulismo. Si bien el bótox contiene la misma toxina que causa el botulismo, los productos de bótox contienen mucha menos toxina de la que se necesita para causar enfermedades en los humanos.
El bótox se desarrolló originalmente para tratar el estrabismo, una condición que afecta la alineación de los ojos. Pero la droga inyectable pronto demostró ser eficaz para aliviar otras dolencias. Las personas que sufren de migrañas, dolor crónico y trastornos de espasticidad han experimentado alivio con los tratamientos de bótox.
Sin embargo, “anteriormente ha sido difícil rastrear cómo funcionaba la neurotoxina para relajar los músculos”, comenta el Dr. Joensuu.
“Ahora tenemos una imagen completa de cómo se internalizan estas toxinas para intoxicar las neuronas en concentraciones terapéuticamente relevantes”, agregó.
Los hallazgos aparecieron en EMBO Journal.
Fuente: ZME Science.