Los ladrillos elaborados con arcilla y utilizados para construir una de las civilizaciones más épicas de la historia ahora están brindando a los científicos una nueva herramienta para comprender la historia de nuestro planeta. Fabricados hace unos 3.000 años, los ladrillos mesopotámicos contienen granos de óxido de hierro que, para el intérprete correcto, revelan cambios fascinantes en el campo magnético que atraviesa y envuelve a la Tierra en una barrera protectora.
El avance se presenta en forma de una descripción convenientemente estampada que permite a los científicos determinar la edad de los ladrillos, lo que a su vez permite la datación precisa de cualquier registro geológico que contengan. El método nos brinda una nueva forma de comprender mejor cómo ha cambiado y evolucionado el campo magnético de nuestro planeta con el tiempo, lo que a su vez podría ayudarnos a hacer mejores predicciones sobre su comportamiento presente y futuro.
“A menudo dependemos de métodos de datación como la datación por radiocarbono para tener una idea de la cronología en la antigua Mesopotamia”, explica el arqueólogo Mark Altaweel del University College de Londres.
“Sin embargo, algunos de los restos culturales más comunes, como los ladrillos y la cerámica, normalmente no pueden datarse fácilmente porque no contienen material orgánico. Este trabajo ahora ayuda a crear una base de datación importante que permite a otros beneficiarse de la datación absoluta mediante el arqueomagnetismo”.
El campo magnético de la Tierra no es estático, sino que cambia con el tiempo. Es generado por la geodinamo en el núcleo del planeta. Allí, un fluido giratorio, convectivo y conductor de electricidad convierte la energía cinética en campos eléctricos y magnéticos que giran en el espacio que nos rodea. Los cambios en el campo magnético pueden ser el resultado de influencias externas, como el viento solar; o de cambios dentro del planeta, donde se agita la geodinamo.
Independientemente de cómo se induzcan, estos cambios se pueden registrar en los materiales de la superficie. Por ejemplo, en el magma fundido, los granos magnéticos se alinearán con el campo magnético de la Tierra, colocándose en esa posición a medida que el magma se enfría y se endurece hasta convertirse en roca volcánica. Los científicos pueden utilizar estas rocas como registro del campo magnético, un campo de estudio conocido como paleomagnetismo.
Dirigido por el arqueólogo Matthew Howland de la Universidad Estatal de Wichita en Estados Unidos, un equipo de investigadores estudió los ladrillos mesopotámicos como una forma de avanzar en el estudio del arqueomagnetismo: el estudio del campo magnético de la Tierra conservado en objetos fabricados por el hombre.
La técnica es bastante simple. Cada uno de los 32 ladrillos de arcilla mesopotámicos del estudio tiene estampado el nombre del rey que reinaba en el momento en que se fabricó el ladrillo. Para fechar el material, los investigadores redujeron el rango más probable de años durante los cuales probablemente gobernaba cada rey.
Luego, cortaron con cuidado un pequeño trozo de cada uno de los ladrillos y utilizaron un magnetómetro para medir la alineación de los granos microscópicos de óxido de hierro incrustados en ellos. Esta técnica les permitió reconstruir ampliamente el comportamiento del campo magnético planetario durante un período de unos 2.000 años, del III al I milenio a.C. Luego, compararon sus resultados con otras reconstrucciones del campo magnético derivadas de estudios arqueomagnéticos.
En conjunto, este gran conjunto de datos de todo el mundo insinúa algo conocido como la anomalía geomagnética de la Edad del Hierro Levantina (LIAA), un misterioso pico en la intensidad del campo magnético que se cree que tuvo lugar sobre lo que hoy es Irak entre alrededor de 1050 y 550 a.C. La reconstrucción del equipo también confirmó la existencia de la LIAA, proporcionando uno de los pocos registros de la anomalía desde el propio Irak. Es más, el análisis reveló fluctuaciones breves y dramáticas durante el reinado de Nabucodonosor II, entre aproximadamente 604 y 562 a. C., lo que demuestra que el campo magnético de la Tierra puede cambiar de manera bastante significativa en escalas de tiempo cortas. El trabajo es un logro de doble filo: hacer coincidir los ladrillos con el campo magnético funciona en la otra dirección, brindando a los científicos una herramienta para confirmar las fechas en que ciertos reyes gobernaron Mesopotamia. Esto es realmente interesante, porque aunque conocemos el orden de sucesión, las fechas en las que cada rey ascendió al trono siguen siendo inciertas debido a registros históricos incompletos.
“El campo geomagnético es uno de los fenómenos más enigmáticos de las ciencias de la Tierra”, dice la geofísica Lisa Tauxe del Instituto Scripps de Oceanografía de Estados Unidos.
“Los restos arqueológicos bien datados de las ricas culturas mesopotámicas, especialmente los ladrillos con nombres de reyes específicos inscritos, brindan una oportunidad sin precedentes para estudiar los cambios en la intensidad del campo en alta resolución temporal, rastreando los cambios que ocurrieron durante varias décadas o incluso menos”.
La investigación ha sido publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences.
Fuente: Science Alert.