Nuestros antepasados han hecho cosas interesantes con los huesos humanos a lo largo de los años, pero un ejemplo de la Edad de Hierro en la península ibérica es un verdadero enigma. Allí, en varios lugares, los arqueólogos han descubierto una serie de cráneos humanos, extraídos de sus esqueletos, y algunos con grandes clavos de hierro clavados en la frente y que sobresalían por el hueso occipital en la parte posterior de la cabeza.
¿Cuál era el motivo de esta práctica? Muchos estudios previos sugieren que la motivación principal era la exhibición de trofeos de guerra, en la que se clavaban las cabezas de los enemigos en una pared.
Pero existe otra posibilidad: que las cabezas pertenecieran a miembros venerados de la comunidad, y que la exhibición fuera una forma de honrarlos después de la muerte. Ahora, un nuevo análisis de isótopos de cráneos encontrados en los yacimientos arqueológicos de Ullastret y Puig Castellar sugiere que ambas interpretaciones podrían ser ciertas.
“¿Quiénes eran estos individuos y para qué se usaban sus cabezas?” “La premisa que nos llevó a abordar el estudio fue que si se trataba de trofeos de guerra no provendrían de los yacimientos analizados, mientras que si se trataba de personajes venerados, lo más probable es que fueran locales”, explica el arqueólogo Rubén de la Fuente-Seoane, de la Universidad Autónoma de Barcelona, que ha dirigido la investigación.
“La premisa que nos llevó a abordar el estudio fue que si se trataba de trofeos de guerra no provendrían de los yacimientos analizados, mientras que si se trataba de personajes venerados, lo más probable es que fueran locales”.

La investigación se centró en los cráneos de siete hombres, ya fuera con clavos o con agujeros donde se habían clavado, de ambos yacimientos del primer milenio a. C. –cuatro de Puig Castellar y tres de Ullastret–. Los investigadores realizaron análisis de isótopos de estroncio y oxígeno en el esmalte de los dientes de estos cráneos, así como en los cráneos de animales que también se habían encontrado en las regiones en los mismos periodos de tiempo.
Los isótopos de estroncio y oxígeno entran en el cuerpo a través de los alimentos y las bebidas, respectivamente, y sustituyen parte del calcio de nuestros dientes y huesos. Lo interesante de esto es que las proporciones de estos isótopos varían regionalmente y nuestro cuerpo los retiene durante toda nuestra vida.
Los arqueólogos pueden observar isótopos específicos y determinar no sólo cómo comía una persona, sino también dónde vivía y cómo se desplazaba a lo largo de su vida. La investigación del equipo confirma que los cráneos fueron elegidos deliberadamente, pero el motivo de esas elecciones y las razones de la exhibición ritual de los cráneos fueron probablemente múltiples.

“En Puig Castellar, los valores isotópicos de tres de los cuatro individuos difieren significativamente de la referencia local de estroncio, lo que sugiere que probablemente no eran de la comunidad local. Por el contrario, Ullastret reveló una mezcla de orígenes locales y no locales”, dice Fuente-Seoane.
“Este resultado sugiere que la práctica de cortar cabezas se aplicó de una manera diferente en cada yacimiento, lo que parece descartar una expresión simbólica homogénea. Pero se necesita más investigación para estar seguros”.
Los investigadores descubrieron que los cráneos de Puig Castellar probablemente eran trofeos de guerra, exhibidos en las murallas externas de la ciudad o en la puerta de la ciudad para intimidar a los forasteros y posiblemente también a los locales. Dos de los cráneos de Ullastret, por el contrario, son de origen local y se encontraron en la calle en medio de la ciudad, lo que sugiere que su colocación fue en beneficio de la gente que vivía allí.
Sólo uno de los cráneos de Ullastret fue colocado en la muralla de la ciudad: el cráneo de un hombre no local. Ese cráneo podría haber sido un trofeo de guerra.
Los dientes de los animales proporcionaron un punto de referencia para los cráneos, pero también revelaron los diferentes enfoques de gestión de recursos y los patrones de movilidad tanto de los humanos como de los animales en cada ciudad. Estas diferencias pueden atribuirse a diferencias en los valores culturales, dicen los investigadores, que, a su vez, podrían desempeñar un papel en la exhibición de cabezas cortadas.

“Esta diferenciación refleja una sociedad dinámica y compleja con importantes interacciones locales y externas. Nuestro estudio es una primera aproximación a este problema arqueológico utilizando un método que está revolucionando la forma de estudiar la movilidad en el pasado”, explica Fuente-Seoane.
“Al mismo tiempo, sugiere que la selección de individuos para el ritual de las cabezas cortadas fue más compleja de lo que inicialmente se pensaba”.
Como sucede con muchas prácticas del pasado antiguo, será extremadamente difícil, si no imposible, determinar las razones por las que los íberos decoraban con calaveras clavadas en las paredes. Pero, como sucede con muchas cosas que hacemos los humanos, parece más posible que nunca que no haya una explicación simple y única.
La investigación del equipo se ha publicado en el Journal of Archaeological Science: Reports.
Fuente: Science Alert.