Por: Ashutosh Mangalam
La esclerosis múltiple es una enfermedad que se produce cuando el sistema inmunitario ataca por error al cerebro y la médula espinal. Afecta a casi un millón de personas en los EE. UU. y a más de 2,8 millones en todo el mundo. Si bien la genética influye en el riesgo de desarrollar esclerosis múltiple. Los factores ambientales como la dieta, las enfermedades infecciosas y la salud intestinal son factores importantes.
El entorno desempeña un papel clave a la hora de determinar quién desarrolla esclerosis múltiple, y esto se evidencia en estudios con gemelos. Entre gemelos idénticos que comparten el 100% de sus genes, uno de ellos tiene aproximadamente un 25% de probabilidades de desarrollar EM si el otro gemelo tiene la enfermedad. En el caso de los gemelos fraternos que comparten el 50% de sus genes, esta tasa se reduce a alrededor del 2%.
Los científicos han sospechado durante mucho tiempo que las bacterias intestinales pueden influir en el riesgo de una persona de desarrollar esclerosis múltiple. Pero los estudios hasta ahora han tenido resultados inconsistentes.
Para abordar estas inconsistencias, mis colegas y yo usamos lo que los investigadores llaman un enfoque de cabecera a laboratorio a cabecera: comenzamos con muestras de pacientes con esclerosis múltiple, realizamos experimentos de laboratorio con estas muestras y luego confirmamos nuestros hallazgos en los pacientes. En nuestra investigación recién publicada, descubrimos que la proporción de dos bacterias en el intestino puede predecir la gravedad de la esclerosis múltiple en los pacientes, lo que destaca la importancia del microbioma y la salud intestinal en esta enfermedad.

De la cama del paciente al laboratorio
En primer lugar, analizamos la composición química y bacteriana del intestino de los pacientes con esclerosis múltiple, confirmando que tenían inflamación intestinal y diferentes tipos de bacterias intestinales en comparación con las personas sin esclerosis múltiple. Específicamente, demostramos que un grupo de bacterias llamado Blautia era más común en pacientes con esclerosis múltiple, mientras que Prevotella, una especie bacteriana constantemente vinculada a un intestino sano, se encontró en cantidades más bajas.
En un experimento independiente con ratones, observamos que el equilibrio entre dos bacterias intestinales, Bifidobacterium y Akkermansia, era fundamental para distinguir a los ratones con o sin enfermedad similar a la esclerosis múltiple. Los ratones con síntomas similares a la esclerosis múltiple tenían niveles elevados de Akkermansia y niveles reducidos de Bifidobacterium en las heces o en el revestimiento intestinal.
Del laboratorio a la cama del paciente
Para explorar esto más a fondo, tratamos a los ratones con antibióticos para eliminar todas sus bacterias intestinales. Luego, les dimos Blautia, que era más común en pacientes con esclerosis múltiple; Prevotella, que era más común en pacientes sanos; o una bacteria de control, Phocaeicola, que se encuentra en pacientes con y sin esclerosis múltiple. Descubrimos que los ratones con Blautia desarrollaban más inflamación intestinal y peores síntomas similares a la esclerosis múltiple.
Incluso antes de que aparecieran los síntomas, estos ratones tenían niveles bajos de Bifidobacterium y niveles altos de Akkermansia. Esto sugirió que un desequilibrio entre estas dos bacterias podría no solo ser un signo de enfermedad, sino que en realidad podría predecir qué tan grave será.
A continuación, examinamos si este mismo desequilibrio se daba en las personas. Medimos la proporción de Bifidobacterium teenageris y Akkermansia muciniphila en muestras de pacientes con esclerosis múltiple en Iowa y en participantes de un estudio que abarcó Estados Unidos, América Latina y Europa.
Nuestros hallazgos fueron consistentes: los pacientes con esclerosis múltiple tenían una proporción menor de Bifidobacterium respecto de Akkermansia. Este desequilibrio no solo estaba relacionado con la esclerosis múltiple, sino también con una discapacidad más grave, lo que lo convierte en un predictor más fuerte de la gravedad de la enfermedad que cualquier tipo de bacteria por separado.

Cómo las bacterias “buenas” pueden volverse dañinas
Uno de los hallazgos más interesantes de nuestro estudio fue que las bacterias normalmente beneficiosas pueden volverse dañinas en la esclerosis múltiple. La Akkermansia suele considerarse una bacteria útil, pero se volvió problemática en pacientes con esclerosis múltiple.
Un estudio previo en ratones mostró un patrón similar: los ratones con enfermedad grave tenían una proporción menor de Bifidobacterium respecto de Akkermansia. En ese estudio, los ratones alimentados con una dieta rica en fitoestrógenos (sustancias químicas estructuralmente similares al estrógeno humano que las bacterias deben descomponer para obtener efectos beneficiosos para la salud) desarrollaron una enfermedad más leve que aquellos que siguieron una dieta sin fitoestrógenos.
Anteriormente hemos demostrado que las personas con esclerosis múltiple carecen de bacterias intestinales que puedan metabolizar los fitoestrógenos. Aunque se desconocen los mecanismos precisos detrás del vínculo entre la proporción de Bifidobacterium y Akkermansia y la esclerosis múltiple, los investigadores tienen una teoría. Ambos tipos de bacterias consumen mucina, una sustancia que protege el revestimiento intestinal.
Sin embargo, Bifidobacterium come y produce mucina, mientras que Akkermansia solo la consume. Cuando los niveles de Bifidobacterium disminuyen, como durante la inflamación, Akkermansia consume mucina en exceso y debilita el revestimiento intestinal. Este proceso puede desencadenar más inflamación y contribuir potencialmente a la progresión de la esclerosis múltiple.
Nuestro hallazgo de que la proporción de Bifidobacterium y Akkermansia puede ser un marcador clave de la gravedad de la esclerosis múltiple podría ayudar a mejorar el diagnóstico y el tratamiento. También destaca cómo la pérdida de bacterias intestinales beneficiosas puede permitir que otras bacterias intestinales se vuelvan dañinas, aunque no está claro si los niveles cambiantes de ciertos microbios pueden afectar la esclerosis múltiple. Si bien más investigaciones pueden ayudar a aclarar el vínculo entre el microbioma intestinal y la esclerosis múltiple, estos hallazgos ofrecen una nueva dirección prometedora para comprender y tratar esta enfermedad.
Este artículo es una traducción de otro publicado en The Conversation. Puedes leer el texto original haciendo clic aquí.